22 ene 2010

Haití: De la Revolución al Terremoto

El terrible terremoto ocurrido en Haití ha puesto a esta nación en la conciencia del mundo como quizás nunca antes. Pero la mayor parte de la gente sabe muy poco sobre Haití, solo que es el país más pobre de América. Algunos más lo asocian con cosas negativas como la violencia política y con una imagen totalmente falsa de su religión nacional, el vudú. Por más de dos siglos, ha habido una conspiración de silencio contra Haití, por lo menos contra su verdadera historia. Como ha escrito el antropólogo haitiano Michel-Rolph Trouillot, la historia de Haití era para el mundo occidental (y para los países con mente colonizada, como todos los países latinoamericanos) una “historia impensable.” En cierta manera, Haití mismo era un país impensable.

Si preguntamos por qué Haití es el país más pobre de América, hay que considerar que casi la totalidad del país está compuesta de descendientes de esclavos. Es que Haití fue una colonia muy distinta a Brasil, Cuba o Estados Unidos (ni que decir del Perú), todos países que también tuvieron esclavitud. Saint Domingue, como Haití era conocido en las épocas en que era una colonia francesa, era básicamente una densa cadena de plantaciones de azúcar trabajadas por esclavos traídos del África. Era controlada por una diminuta pero poderosa clase de franceses y sus descendientes que eran dueños de plantaciones, con una ligeramente más grande pero aún pequeña proporción de mulatos y negros libres. Los esclavos componían más del 90% de la población, un porcentaje mucho mayor que en el resto de América. Era uno de los lugares más ricos del mundo, en el sentido de producir la mayor cantidad de riqueza, en este caso para los dueños de plantaciones y para Francia. Ninguna otra colonia – ni Cuba, ni Brasil, ni Jamaica – producía tanta azúcar como Haití. Al mismo tiempo, era la colonia que tenía las peores condiciones y los castigos más inhumanos para los esclavos.

En 1791, dos años después de la toma de la Bastilla en Francia, los esclavos de St. Domingue se rebelaron. Tras una ceremonia nocturna conducida por el esclavo Boukman, empezaron a incendiar las plantaciones de azúcar, recorriendo la campiña y derrotando a las fuerzas enviadas por sus amos. En América, los amos podían concebir una revuelta de esclavos, pero no algo que arrasara con toda una colonia en tan poco tiempo. Los dueños de plantaciones de St. Domingue se aliaron con Inglaterra, y esta nación invadió en 1793. El líder del nuevo ejército esclavo, Toussaint L´ouverture, se alió con el general francés y jacobino radical Felix Sonthonax para luchar contra los ingleses. Aprovechando la ascendencia de sectores más radicales dentro de la Convención Nacional en París (donde en los primeros años de la Revolución Francesa los dueños de plantaciones y sus aliados habían tenido un poder mayor), una delegación compuesta de negros, blancos y mulatos viajó a Europa y logró establecer una alianza entre los esclavos insurrectos y la República Francesa. Como resultado de esta alianza, en 1794 Francia declara la abolición de la esclavitud en todas sus colonias, y extiende la ciudadanía francesa a todos los hombres en sus territorios, sin importar el color de la piel. A su vez, en 1798 el ejército ex-esclavo de Toussaint L´ouverture finalmente derrota a los ingleses y a los dueños de plantaciones franceses y, victorioso, invade la otra parte de la isla, la colonia española de Santo Domingo, para liberar a los esclavos allí.




Toussaint L´ouverture.

(fuente: www.pbs.org)


Pero al declararse emperador, Napoleón Bonaparte decidió restablecer la esclavitud en todas sus colonias, preocupado por la pérdida de una institución tan económicamente valiosa, y así terminó la alianza entre los ex-esclavos y la Revolución Francesa. Toussaint L´ouverture fue arrestado y llevado a la prisión en Francia, donde murió poco después. La esclavitud regresó a otras colonias francesas como Guadeloupe y Martinique, donde duraría varias décadas más, pero Napoleón sabía que St. Domingue sería más complicado. Por eso en 1802 envió un ejército comandado por su cuñado para restablecer la esclavitud y volver a las épocas en que la colonia era la joya de Francia. Pero este ejército francés fue diezmado y derrotado por los ex-esclavos, ahora liderados por Jean-Jacques Dessalines, con la ayuda de la malaria. Libres al fin de toda intervención por parte de las potencias esclavistas, los ex-esclavos declararon su independencia de Francia en 1804 y adoptaron el nombre de Haití, que era como los indígenas Taínos, exterminados por la invasión española y sus enfermedades, habían llamado a su isla. Los dueños de las plantaciones se habían ido (muchos a Estados Unidos o Cuba) o habían perecido en la revolución (sobre todo hacia el final); era un país compuesto por negros ex-esclavos y por una minoría de mulatos. Si bien en algún momento la Revolución Haitiana había significado una propuesta universalista para todos los territorios franceses, en la creación de la nueva nación si entró un elemento explícitamente racial, influenciado quizás por la traición por parte del estado francés. La nueva constitución haitiana no solo abolió la esclavitud para siempre sino que declaró que desde ese momento todos los ciudadanos de Haití serían llamados negros, sin importar el color de la piel. Hombres blancos extranjeros no podían venir y adquirir propiedades en la isla, pero los pequeños grupos de polacos y alemanes que se habían quedado en la isla eran declarados negros y ciudadanos haitianos con todos los derechos.

Algunos de los líderes de la revolución intentaron forzar a la población a volver a las plantaciones de azúcar, pero los ex-esclavos se negaron a retornar a las plantaciones opresoras que tanto esfuerzo les había costado destruir. Las tierras fueron parceladas, y los haitianos se convirtieron en pequeños (muy pequeños) agricultores de subsistencia, en un territorio arrasado por 13 años de guerra, sin casi nada de tecnología y con una alta densidad poblacional como consecuencia del afán del antiguo régimen de maximizar la producción de azúcar importando ingentes cantidades de esclavos de África. Con este cambio en el sistema productivo después de la revolución, Haití, de ser una colonia que producía enormes cantidades de riqueza, la cual era apropiada por los amos y por comerciantes franceses, simplemente dejó de producir riqueza, por lo menos el tipo de riqueza que es visible en el mercado internacional. No se puede decir realmente que los ex-esclavos se empobrecieron, pues siendo esclavos no habían tenido casi nada; por lo menos ahora tenían su libertad, que ellos mismos habían conquistado. Tenían su libertad pero producían muy poco excedente, y los eventos posteriores impidieron que esto pudiera cambiar en alguna forma.

El mundo occidental, que debatía y seguiría debatiendo por mucho tiempo si es que los africanos eran seres humanos o no, quedó atónito ante una exitosa rebelión de esclavos, ante la expulsión de los amos y ante la transformación de la “joya del Caribe” en la autoproclamada República Negra. Haití se convirtió casi en una mala palabra, y los países europeos y Estados Unidos se negaron a reconocer a la nueva república o a comerciar con ella. Cuando finalmente la reconocieron, fue con la condición que Haití indemnizara a Francia por las pérdidas económicas sufridas a consecuencia de la liberación de los esclavos. Esta enorme indemnización (que como algunos han sugerido Francia en el contexto actual debería devolver, ajustada para la inflación) no terminó de ser pagada hasta los años 1930, y junto con el ostracismo económico debilitó aún más a la economía de los descendientes de los esclavos insurrectos.

Sin duda, el caos político al que Haití se vio sometido poco después de la independencia, con golpes de estado, déspotas y violencia, tampoco ayudó. La cultura militarista generada por 13 años de guerra y revolución hizo sus estragos: Dessalines se declaró Emperador de Haití, imitando a Napoleón, hasta que fue asesinado poco después. Henri Cristophe restauró la República y se declaró presidente, pero unos años después también se coronó monarca del Reino de Haití. Sin embargo, Alexandre Petion restableció la república en el sur de Haití y se hizo presidente, limitando la influencia de Cristophe al norte hasta que este último se suicidó unos años después. Pero esta inestabilidad política no fue muy diferente de la de otros países latinoamericanos en el siglo XIX, solo en versión más extrema, pues el trauma colonial impuesto sobre Haití había sido más extremo también. Y Haití jugó un rol en las guerras de independencia del resto de América Latina también – en 1816, derrotado en las primeras etapas de su lucha independentista, Simón Bolívar huyó a Haití, donde fue recibido por el presidente Petion y equipado con tropas para volver a Sudamérica a luchar contra España. Petion le puso una condición – que Bolívar liberara a los esclavos en América del Sur. Si bien Bolívar emitió algunos decretos, la esclavitud en las repúblicas que él creó continuaría por tres a cuatro décadas más; en Brasil no sería abolida hasta 1888.

Lo que había ocurrido en Haití era impensable, y el mundo no tardó en reproducir el ostracismo económico y político en un ostracismo del conocimiento, condenando a la Revolución Haitiana al olvido y el silencio. Hasta ahora, poco se aprende en los colegios del Perú sobre lo que sin duda es uno de los eventos más importantes de la historia de la humanidad: no sólo el primer país latinoamericano en declarar su independencia (y el segundo en América, después de EE.UU.), sino también la única rebelión de esclavos que fue exitosa en la historia de la humanidad, por lo menos al nivel de terminar con la esclavitud en todo un país, y además la primera vez en el mundo moderno que se declaró la abolición de esta institución (Inglaterra recién declaró la abolición del tráfico de esclavos en 1807 y de la esclavitud en sí en 1838). En vez de eso, enseñamos mediocridades sin importancia que ayudan a reproducir la mentalidad colonizada y racista, haciéndonos ver a países como Haití con desprecio y distancia y no como hermanos. Otro sería el mundo si todos aprendiéramos sobre la Revolución Haitiana y pensáramos en sus implicancias.


A los problemas antes señalados, se sumó en el siglo XX la invasión estadounidense (de 1915 a 1935), una élite predatoria y dictaduras repugnantes como la de la familia Duvalier, con frecuencia apoyadas por Estados Unidos. Y en los años 90 el FMI y el gobierno estadounidense impusieron las mismas crueles medidas de ajuste estructural que establecieron en el resto de América Latina – programas que no son sino formas de solucionar las crisis económicas haciéndole pagar los costos a los pobres. A pesar de todo, los haitianos mantuvieron viva la memoria de sus heroicos antepasados y desarrollaron una cultura rica y fértil, simbolizada por la religión del vudú, que nada tiene que ver con la imagen hollywoodense de alfileres y muñecos sino que es una religión africana – centrada alrededor de una serie de dioses o lwas – con ciertos elementos católicos.

Yo no creo que los problemas de un país puedan ser atribuidos únicamente a factores externos o a potencias extranjeras. Si fuese haitiano sin duda encontraría muchos factores internos que criticar en mi país. Pero como dijo Marx, los seres humanos hacen su propia historia, pero la hacen bajo circunstancias que ellos no eligen. Las acciones y decisiones, así como los procesos inconscientes y estructurales de una generación, se convierten en las condiciones dadas de la siguiente. Los factores internos y externos interactúan y se producen mutuamente, hasta casi borrar la distinción entre interno y externo.

Si en estos momentos difíciles no se tiene respeto por la historia única e increíble de Haití, no se le podrá tratar con la dignidad que se merece. Eso es lo que está sucediendo ahora, según varios informes –la mayor parte de las ONGs y los soldados de la ONU y de EE.UU. parecen más preocupados por resguardarse ante el supuesto carácter violento de los haitianos, y por competir entre sí y extender sus redes de influencia y poder, que por realmente ayudar a los heridos y damnificados del terremoto. Las donaciones se demoran días en salir del aeropuerto porque los empleados de las agencias de ayuda internacional no quieren salir a las calles sin guardespalda. Estados Unidos mientras tanto ha tomado control militar del país, ¿será para reconstruirlo según un modelo basado en las garantías al gran capital? Y los medios de prensa se deleitan con su sensacionalismo y voyeurismo – un ejemplo vergonzoso aquí en el Perú es el del diario Ojo, periódico amarillo que en su portada sacó una foto de sus periodistas enviados a Haití, posando sonrientes y abrazados como turistas en la playa. ¿Por qué se permite la entrada de periodistas frívolos, que son una carga extra para alimentar y hospedar, cuando hay tanta gente que aún no ha recibido ayuda y para quienes ya es demasiado tarde? Los políticos no se quedan atrás, como se pudo ver en el caso del Primer Ministro Velásquez Quesquén que aprovechó la pequeña donación que hizo el Perú para viajar a Puerto Príncipe y tomarse una foto entregando la ayuda al presidente de Haití René Preval. En vez de agobiar a Haití con más carga en la forma de ministros figurettis, el Perú debería desde un principio haber enviado a rescatistas o médicos con experiencia – eso hubiera sido una mejor muestra de solidaridad que un apretón de manos autocomplaciente.

No se trata de idealizar a Haití ni a ningún otro lugar, pero esta nación impensable es el país que aportó la idea de la libertad al mundo, y se merece ser tratada con más respeto del que actualmente está recibiendo.


Fuentes y lecturas recomendadas –

En castellano y traducidos:
- C.L.R. James, Los Jacobinos Negros: Toussaint L´Ouverture y la Revolución de Haití. (1938). Editorial Fondo de Cultura Económica.
- Alejo Carpentier, El Reino de Este Mundo.
- Edwidge Danticat, La Cosecha de Huesos. Editorial Norma, 1999.

En inglés:
- Laurent Dubois, Avengers of the New World: The story of the Haitian Revolution (2005).
- Michel-Rolph Trouillot, Silencing the Past: Power and the Production of History. (1995).
- Huon Wardle, “Understanding the Haitian Revolution.” http://openanthcoop.ning.com/group/historicalanthropology/forum/topics/understanding-the-haitian
- Carolyn Fick, The Making of Haiti: The St. Domingue Revolution from Below. (1990)
- Mary Renda, Taking Haiti: Military Occupation and the Culture of U.S. Imperialism, 1915-1940. (2001)
Jean-Price Mars, So Spoke the Uncle (Ainsi parla l´Oncle). (1928)

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