15 ago 2010

A propósito de la OIT 169 y la Consulta

Hace unos días CEPES organizó en Lima un panel de tres antropólogos para discutir el tema de la Ley de Consulta Previa y las modificaciones que le ha hecho el ejecutivo – en particular, al declarar que la definición de “pueblos indígenas” en el Perú incluye solo a las comunidades amazónicas, más no a las comunidades campesinas de la sierra y costa, para que así estas últimas no tengan que ser consultadas ante actividades extractivas que tomen lugar en sus tierras y cercanías.


Como se sabe, este controvertido debate parte del hecho que, desde 1995, el Perú es signatario del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, el cual compromete a los estados a respetar los derechos de los pueblos "indígenas y tribales" y a "consultar a los pueblos interesados, mediante procedimientos apropiados y en particular a través de sus instituciones representativas, cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles de afectarles directamente."

Foto: www.ilo.org

Asimismo afirma que "en caso de que pertenezca al Estado la propiedad de los minerales o de los recursos del subsuelo, o tenga derechos sobre otros recursos existentes en las tierras, los gobiernos deberán establecer o mantener procedimientos con miras a consultar a los pueblos interesados, a fin de determinar si los intereses de esos pueblos serían perjudicados, y en qué medida, antes de emprender o autorizar cualquier programa de prospección o explotación de los recursos existentes en sus tierras." A pesar de ser signatario, el Perú hasta ahora no había reglamentado ni implementado los lineamientos del OIT 169.

Ricardo Marapi de CEPES ha difundido un breve video que incluye extractos de los comentarios de los panelistas - http://www.youtube.com/watch?v=E5W6pky1TQQ.

Más allá del hecho que sería interesante que este tipo de eventos involucraran más bien un diálogo entre antropólogos y dirigentes o activistas, quisiera comentar algunos de los puntos que plantean así como el tema general de la consulta y el afán por definir lo indígena. No he podido encontrar un video o transcripción completa del evento, así que inevitablemente estoy sacando fuera de contexto los comentarios de estos antropólogos que de hecho han expresado sus puntos de vista en muchos otros textos.

Uno de los ponentes considera que en la identificación de lo indígena lo que prima es el aspecto subjetivo, y que la comunidad campesina es un ente demasiado diverso y cambiante como para poder hacer generalizaciones.

Otro de los panelistas identifica el tema de la categoría “indígena” y de la OIT 169 con el tema de la ciudadanía, y argumenta que la norma “se aplica solamente a aquellos que están excluidos de la ciudadanía. Porque el resto de la población, tiene como ciudadanos, con derecho, ya goza de derechos que les quiere otorgar el convenio 169 de la OIT... Hay que ver quienes son los ciudadanos, y quienes no son los ciudadanos. Y allí me parece muy claro que los no ciudadanos, entre todos los descendientes de la población precolombina del Perú, son aquellos que no gozan de ciudadanía, y esa es la población de la Amazonía.”


Dos significados de “indígena”

No estoy de acuerdo con definir lo “indígena” como la falta de ciudadanía. En una región como América donde “indígena” históricamente se ha referido no solamente a un concepto abstracto sino a un grupo humano concreto – los pobladores que ya habitaban el continente cuando sucedió la invasión europea, desde los navajos hasta los runas andinos – no se puede definir a una cultura, a un pueblo, a través de una ausencia, de una negación. Las culturas quechuas, aymaras y amazónicas, y los mestizajes a los que ellas contribuyeron, forman un repertorio vivo, siempre cambiando y transformándose pero manteniendo su vigencia hasta el día de hoy.

La experiencia de los pueblos nativos de América, así como la de otras culturas colonizadas y sometidas a lo largo y ancho del mundo, han dado origen también al concepto más abstracto de lo “indígena,” variedades del cual son utilizadas por la OIT y la ONU – los indígenas como pueblos excluidos del estado, descendientes de pueblos que ya “existían” antes de la colonización, que han mantenido una identidad aparte.

foto: www.mapasderecursos.org.arg

Estas definiciones pueden muy bien ser útiles, pero no borran el hecho que al final estamos hablando de culturas concretas que, si bien si, efectivamente, han sido con frecuencia marginadas y excluidas, no dejan de pertenecer al mundo contemporáneo y a un país como el Perú. Lo que necesitamos en el Perú es precisamente un proceso de descolonización cultural, de ver a lo quechua, lo aymara, lo amazónico como parte de nuestra modernidad, y a la identidad indígena como algo flexible y cosmopolita. Un alemán que adopta el budismo como religión no deja de ser alemán; en Estados Unidos un afroamericano que estudia para ser médico o abogado o profesor universitario no se convierte en un “mestizo” – se convierte en un profesional afroamericano, talvez en un líder de su comunidad. No necesariamente defiendo ni quiero imponer la noción a veces esencializada de la etnicidad (como algo que uno siempre lleva consigo) que predomina en algunos países; sin embargo, estas comparaciones nos ayudan a relativizar la manera de pensar que predomina en el Perú (otro tipo muy distinto de esencialismo), según la cual lo indígena tiene que siempre ser lo pobre, lo excluido, lo que carece de derechos y ciudadanía, y con frecuencia se cuestiona (en vez de celebrar) la identidad indígena de alguien por tener estudios, profesión, ciudadanía plena, hablar varios idiomas, haber viajado, etc.


Variedades de colonialismo

Ahora bien, se podrá objetar que el concepto más abstracto y general de lo indígena es necesario para defender los derechos de estos pueblos, como trata de hacer la OIT 169, y para poder entender su relación histórica con los estados. Según la visión del actual gobierno, se puede negar el estatus indígena de las comunidades campesinas de la sierra y costa ya sea porque siempre han tenido ciudadanía, o porque, como parece argumentar uno de los panelistas en el video, la consiguieron plenamente a través de la constitución de 1979.

Veamos el caso del Perú en relación al de otros países con pasados coloniales. Las múltiples experiencias históricas de colonialismo se pueden colocar a lo largo de un espectro en base a la relación que predomina entre los descendientes de los pueblos “originales” y los que vinieron después. A un extremo estarían países como Uruguay, donde la población indígena fue casi exterminada, y un poco más hacia el centro un país como Estados Unidos, donde existen poblaciones indígenas importantes pero como una minoría, dentro de una sociedad de colonos o “settler state.” Al otro extremo estarían lugares como la India o buena parte de África, que fueron colonizados por europeos pero estos no pudieron o no quisieron eliminar la élite local, y mayormente se retiraron (con excepciones) una vez declarada la independencia. En estos lugares se sufren todavía secuelas del colonialismo, ciertamente, pero tanto los gobernantes como los gobernados descienden de pueblos que estaban allí antes del colonialismo, y proclaman para sí mismos vínculos de continuidad con identidades y culturas locales o regionales. Lo cual no elimina para nada el conflicto étnico (y, en el caso de la India, por ejemplo, no impide que hayan pueblos que se autodenominan “indígenas” en relación al resto de la población india, debido a su clasificación histórica como tribales y la distancia que han mantenido de los estados y del sistema de castas).

El Perú estaría ubicado en un punto medio entre estos dos lados del espectro. En nuestro país la mayoría de la población siempre ha estado formada por los descendientes de los pueblos invadidos – a diferencia de muchos países incluso de América Latina - pero estos no asumieron el poder político y económico después de la independencia. Esto lleva a la confusión alrededor del uso de términos como “minoría,” que tiene un doble sentido – ya sea minoría numérica o minoría en el sentido de menos poder. En el Perú la minoría numérica, no la mayoría, ha tenido el poder históricamente. En esto se ha asemejado más a un país como Sudáfrica en la era del apartheid, con la (importante) diferencia que en esta última las restricciones y discriminaciones estaban formalizadas en la ley.

Los pueblos indígenas del Perú, así como muchos mestizos, afroperuanos y otros grupos, han sufrido discriminación y opresión al igual que los de Canadá, Estados Unidos o Argentina, pero, a diferencia de estos últimos, no se han convertido en grupos reducidos arrinconados en su propia tierra, sino que históricamente han constituido la mano de obra de los sectores productivos del país. Toda esta complejidad naturalmente produce mucha confusión.


Ciudadanía

Por supuesto, el Perú ha cambiado en las últimas décadas. No ha habido quizás un cambio dramático en las actitudes de los sectores tradicionalmente dominantes, pero si se ha dado un enorme avance en la ciudadanía de las mayorías – no por un decreto o constitución, sino por los propios esfuerzos de los pobladores marginados y oprimidos, que lucharon por sus tierras, migraron a las ciudades o construyeron en efecto nuevas ciudades y economías. Es por eso que hoy en día se puede decir que las comunidades de la sierra y de la costa tienen mayor ciudadanía y forman parte del Perú “nacional.”

Pero la situación no deja de ser complicada e híbrida – no dejamos de ser un país con una mentalidad colonizada que desprecia lo andino y en el cual grandes sectores de la población, como la sierra sur quechuahablante, son aún excluidos de los mecanismos de poder y ciudadanía cultural y social. Vivimos en un país donde grandes sectores de la población han empezado a conquistar su propia ciudadanía, digamos incluso a producir una nueva ciudadanía, pero donde esta ciudadanía es todavía despreciada en la vida cotidiana y en las estructuras de poder.

Esta situación híbrida se da también en la cultura en sí. El quechua se mantiene en la sierra sur y sur-central y, en bastante menor medida, en el centro del país – y a nivel de toda América es la lengua amerindia más importante, en lo que a número de hablantes se refiere, algo que muchos peruanos no sabemos. Pero al mismo tiempo, es obvio que ha habido tremendos cambios – varias regiones del país han cambiado parcialmente o enteramente del quechua (u otras lenguas indígenas) al castellano; hay costumbres y patrones de vida que naturalmente se van dejando a cambio de otras, más aún bajo la presión de la discriminación y el racismo. Como dije anteriormente, la cultura es algo que siempre cambia y tiene que ser vista como flexible e híbrida. Y en el Perú el término “indígena” no es aceptado aún por muchas personas – campesinos, tanto quechuahablantes como no – porque es todavía visto como un insulto, o porque ya dejó de ser una categoría burocrática-estatal cuando las “comunidades de indígenas” fueron re-bautizadas como “comunidades campesinas.” Ha sido, después de todo, un término impuesto desde afuera, como muchos otros.


Contradicciones del poder

Los aliados de los poderosos, en este caso del capital extractivo, siempre oscilan entre dos estrategias aparentemente opuestas: o consideran a los pueblos andinos y amazónicos como inmutables y atrasados (por lo cual necesitan la influencia civilizadora de la industria extractiva), o argumentan que estos ya han cambiado tanto que ya no son indígenas. Recuerdo una ponencia de un conocido académico, consultor para mineras y petroleras, que dijo que la minería era necesaria para que las comunidades andinas (se refería específicamente a la sierra) no sigan “viviendo en el siglo XV.” Es decir, en épocas precolombinas. Y ahora por otro lado el presidente (del cual dicho académico es también asesor) declara que estos pueblos no son indígenas después de todo, y por tanto no tienen derecho a la consulta.

El convenio OIT 169 es un producto histórico y contingente, aún si bien intencionado; sus directivas son además bastante generales y vagas en su contenido. Como toda ley, es una construcción social, que tiene que ser interpretada en cada contexto nacional e histórico. La definición de “indígena” que dan allí puede no aplicarse al pie de la letra a la situación en el Perú. Pero esto no debe de ser utilizado como excusa para obligar a la gente a escoger entre la falta de ciudadanía y la exclusión, por un lado, y la identidad cultural, por el otro.

Estoy de acuerdo con el tercer panelista del evento de CEPES respecto a que este debate ofrece una oportunidad no tanto para tratar de definir quién es indígena y quién no lo es – algo difícil de hacer con exactitud, en un país tan diverso como el Perú – sino para replantear el rol que deben jugar las comunidades campesinas y, por extensión, otras instituciones sociales en la sierra y costa. ¿O es que queremos que no haya otras instituciones aparte del mercado y el capital? Eso es lo que está detrás de los esfuerzos del gobierno por eliminar la posibilidad de que las comunidades de la sierra y costa se constituyan como poderes con los cuales las empresas extractivas tengan que dialogar. El gobierno de Alan García quiere negarles una identidad cultural a las comunidades de la sierra y la costa porque no le conviene dentro de la actual configuración política y económica, dado que a diferencia del capital dichas comunidades no constituyen su base de apoyo y legitimidad.

2 comentarios:

Ernesto dijo...

Excelente post acerca de la Elección en Perú.

http://ernesto-consultoria.blogspot.com/

Ernesto dijo...

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